Soy un buscador de la felicidad
Dos monjes, un anciano y el otro más joven, regresaban al templo caminando junto al río. De pronto observaron en la orilla a una mujer llorando desconsoladamente.
"¿Qué te sucede?" -le preguntaron.
La mujer respondió: "Mi madre que vive al otro lado del río está muriendo y no podré estar con ella porque me resulta imposible cruzarlo sola".
El monje joven se lamentó: "Nuestros votos nos prohíben tener contacto con personas de otro sexo de modo que no podremos ayudarte, lo siento".
"Yo también lo siento pero sigan tranquilos su camino"- dijo la mujer y prorrumpió nuevamente en un angustioso llanto.
El anciano permaneció callado unos instantes, luego le dijo: "Ven mujer, súbete a mis espaldas, te cruzaré hasta la otra orilla".
Así lo hicieron y miesntras la mujer agradecía emocionada una vez del otro lado, los monjes reanudaron su camino en silencio.
Después de un largo trecho, el joven preguntó:
"Dime maestro, ¿qué sucedió para que rompieras tus votos y cargaras a la mujer hasta la orilla opuesta?"
"Dime tú ¿qué sucede?, yo ya la dejé, pero tú la sigues cargando.