Mente en calma, todo claro, avanzo, pienso; pisando esos pasos tan establecidos, marcados por muchas, seguidos por tantas, el camino largo, el camino recto. Pero de repente, aparentemente solo ante mis ojos, aparecen curvas que llaman difusas, me detengo, tengo miedo, ya no pienso, ahora solo siento.
Cruzo aquel camino, me acerco dudosa, inexperta, curiosa, y voy distinguiendo entre tantas sombras tu mirada, ingenua a mi sentimiento, que espera respuesta de un tema incorrecto. Y en el torbellino de vacilaciones en el que me encuentro, tu media sonrisa me invita al deseo y tú sin saberlo.
Desde ese momento logro comprenderlo, me acelero, siento lentamente, todas mis pasiones logran tener forma a base de sueños. Te invento a mi lado, guiando mi anhelo, tus fiables manos saben cómo hacerlo, susurras despacio, calmando mis nervios, palabras secretas que hechizan el tiempo. Entre los sonidos propios de aquel juego asoman sonrisas que endulzan el fuego.
Recobro exhausta el sentido, pero no los sentidos, que por unos instantes resisten, embriagados por ti en mi fantasía, a desaparecer en la monotonía. Vuelvo a verte, a tenerte enfrente, notando por dentro rubor incipiente, y con la creencia de tu alma ausente de todo el revuelo que surge en mi mente.