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martes, 9 de junio de 2015

1,2,3,

Soy un buscador de la felicidad





Se cuenta que en una ciudad del interior un grupo de personas se divertía con un tonto de la aldea. Un pobre infeliz, de poca inteligencia, que vivía de pequeñas changas y limosnas. Diariamente ellos llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: 
una grande de 1 peso y 
otra menor, de 25 centavos. 
Él siempre escogía la menor y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. 
Cierto día, uno de los miembros del grupo le llamó y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda que elegía valía menos, bastante menos. 
Lo sé, respondió, no soy tan bobo. Ella vale cuatro veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba, no me darán más a elegir y no voy a ganar más mi moneda. 
Se pueden sacar varias conclusiones de esta pequeña historia. 

1) Quién parece tonto, no siempre lo es. 
2) Hay quienes se creen vivos y son unos simples idiotas. 
3) La ambición no so es buena consejera. 

Pero la conclusión más interesante es, creo: 

La percepción de que podemos estar bien, aún cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, pero sí, lo que realmente somos. 

"El mayor placer de un hombre inteligente es aparentar ser tonto delante de un idiota que aparenta ser inteligente"