miércoles, 5 de agosto de 2015

saber

Soy un buscador de la felicidad












































maestro 1

Soy un buscador de la felicidad


-Maestro, quiero ser rico, dame un consejo.
-¿Quieres ser rico? Abre tus ojos y mira, ve el bello color verde del prado que te rodea; abre tus oídos y escucha, oye el murmullo de la brisa en las hojas de los árboles; abre tu nariz y huele el aroma a tierra mojada por el rocío matinal; abre tus manos y siente el frío del día que comienza.
-Pero haciendo todo eso apenas seré un poeta, y nunca llegaré a ser rico.
-Precisamente si no lo haces, nunca lo serás; y si lo haces, habrás preparado tus sentidos para reconocer la riqueza en cualquier situación que te encuentres, y aprenderás a guardarla para tí.

domingo, 2 de agosto de 2015

muy bien

Soy un buscador de la felicidad
Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
  • Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
  • Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
  • Yo traje esta flor… ¿no es bonita?
A continuación, otro alumno dijo:
- Yo traje este pichón de pajarito que encontré en un nido… ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando a los demás lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.
La maestra se dirigió a ella:
  • Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura, tímidamente, respondió:
- Lo siento, seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves, llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también al pichoncito en su nido, pero…, al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí… 
Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros lo que he traído?
La maestra le dio las gracias a la alumna y emocionada le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón. 
El amor es algo que se siente.
Hay que tener sensibilidad para vivirlo.

11

Soy un buscador de la felicidad
Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacia. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera.

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. "Esta es tu casa, querido amigo ---dijo-. Es un regalo para ti".

Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!


Reflexión:
¿qué os sugiere éste cuento? A veces construimos nuestras vidas de manera distraída, sin poner lo mejor de nosotros. La rutina nos envuelve y pasamos "por encima" de las cosas día a día. Muchas veces, hacemos el esfuerzo mínimo o no prestamos la atención necesaria.. entonces, de repente un día, vemos la situación que hemos creado y descubrimos que las cosas andan torcidas..como la casa imperfecta. Sí lo hubiéramos notado antes, lo habríamos hecho diferente ¿alguna vez os ha pasado?

Sería genial conseguir actuar siempre como si estuviésemos "construyendo nuestra casa".
La vida es como un proyecto de "hágalo-usted-mismo". Tu vida, ahora, es el resultado de tus actitudes y elecciones del pasado. Podemos hacer reformas y restaurar nuestra casa ¡Tu vida de mañana será el resultado de tus actitudes y elecciones de hoy! No podemos cambiar el pasado.. pero podemos aprender de él y  construir en nuestro presente un mejor futuro. 

el cafe

Soy un buscador de la felicidad
En una convención de ingenieros se reencontraron siete antiguos compañeros de una de las más prestigiosas universidades del país. Aunque cada uno se había graduado en una especialidad diferente, les unían el haber sido excelentes estudiantes y el haber desarrollado una prestigiosa carrera profesional que les permitía gozar de beneficios y lujos superiores al común de las personas. Durante la conversación recordaron repentinamente al profesor que les había dado a todos la bienvenida a la universidad. Era un extraordinario hombre que con sus enseñanzas marcaba la vida de cada uno de los alumnos que pasaba por su aula. Uno de ellos informó que, aunque se había jubilado, seguía dando clases. Como vivía cerca del lugar, decidieron llamarlo para ir a visitarlo al final de la tarde. Todos pensaron que era una buena oportunidad para mostrarle al profesor en qué se había convertido.

Unas horas después, los siete profesorales entraban por el pasillo que conducía a la amplia pero acogedora sala de estar. El viejo profesor estaba radiante de verlos y empezó a preguntarles como eran sus vidas. Rápidamente la conversación empezó a girar en torno a sus trabajos, las rabietas, las horas extras y fines de semana perdidos en la oficina, los continuos problemas, los jefes insufribles, los empleados ineptos, y toda la variedad de dolencias que había sufrido debido al estrés excesivo. Aunque las situaciones vividas no eran las mejores, todos coincidían en que tales sacrificios eran necesarios para alcanzar y mantener su nivel de vida, así como todas las comodidades que habían alcanzado. Entonces empezaron a hablar de grandes casas y quintas, de carros lujosos, viajes, negocios, fincas, joyas, fiestas, etc.

Haciendo una pausa, y con su acostumbrada humildad, el viejo profesor se levantó para ofrecerles un café. Entró a la cocina y salió con una jarra repleta del preciado líquido recién colado y ocho tazas. Lo curioso fue que no trajo dos tazas iguales. Se diferenciaban por sus colores, por sus formas y por sus acabados que abarcaban desde la más fina pintada a mano y otra con reborde dorado, hasta las más sencillas, rústicas y baratas. También variaban sus materiales: porcelana, cerámica, cristal, barro, peltre, plástico, vidrio y hasta un vasito desechable. 

Una vez que la bandeja estuvo en el centro de la mesa, todos se apresuraron para servirse de café, mientras el profesor observaba pacientemente. Como era de esperarse, los primeros tomaron rápidamente las tazas más bellas y refinadas, mientras que los últimos tuvieron que conformarse con las que quedaban. Entonces, el profesor tomó la palabra y les dijo:
- Si observaron bien, las primeras tazas en acabarse fueron las más lindas, las más finas, y aquellos que se sirvieron al final tuvieron que conformarse, sin mucho agrado, con las más humildes. A mí me dejaron el vasito desechable. Esto es normal, cada quién quiere lo mejor para sí mismo. Pues bien, todos se preocuparon por el envase, pero realmente no importa el color, lo lujoso o el material del cual están hechas las tazas, el café que todos se sirvieron es exactamente el mismo, y tendrá en sus bocas el mismo sabor sin importar el recipiente. Todos querían café, pero se dejaron distraer por las características de las tazas y pocos se ocuparon de disfrutar realmente lo que estaba dentro de ellas. Esto es lo que pasa muchas veces en nuestras vidas.
Y ante el silencio reinante prosiguió:
- Imaginen ahora que el café es la vida y que las tazas son las cosas que nos rodean. Casi siempre nos preocupamos por las tazas, es decir por tener la mejor casa, el trabajo más lucrativo, el carro más lujoso, el club de mayor estatus social, la ropa que está de moda, la computadora y el celular último modelo, etc. Y como todo eso nos absorbe tanto tiempo y esfuerzo, nos olvidamos de disfrutar del café, es decir de disfrutar la vida misma. Así dejamos de pasar tiempo con nuestra familia, de divertirnos con nuestros hijos, de compenetrarnos cada día más con nuestra pareja, de crecer emocional y espiritualmente como persona, de deleitarnos con un amanecer o un atardecer, de regocijarnos por todos los detalles que nos ofrece a diario la naturaleza. Los días transcurren y nos preocupamos más por tener cosas que mostrar y almacenar en lugar de dedicarnos a vivir cada instante a plenitud. En definitiva, por concentrarnos sólo en la taza dejamos de disfrutar el café.

ciego

Soy un buscador de la felicidad

Desde hacía mucho tiempo, un ciego venía sentándose en una concurrida plaza de la ciudad. Había perdido la vista en un accidente y al no poder seguir trabajando, se había dedicado a pedir limosna. Llegaba siempre a la misma hora, con una lata vacía y un viejo cartel de cartón que decía “ESTOY CIEGO, AYÚDEME POR FAVOR”. Lo que obtenía tras ocho horas sentado siempre en el mismo rincón apenas le alcanzaba para sobrevivir. Sin embargo encontraba cierto consuelo en las amenas conversaciones que en ocasiones se producían con quienes, en búsqueda de esparcimiento, transitaban aquella hermosa plaza.


Un día, uno de sus amigos se le acercó y comenzaron a hablar sobre su situación. El ciego se lamentó ya que nunca lograba llevar a casa más que unas pocas monedas y eso no alcanzaba para nada. El amigo se quedó en silencio y le dijo:

- En estos días leí que el famoso científico Albert Einstein escribió "Si haces lo que siempre has hecho, obtendrás los resultados que siempre has obtenido" – y tras una breve pausa continuó – Es posibles que tengas que hacer algo diferente para que mejoren las cosas.

Esa noche, al llegar a casa, el ciego no pudo dormir con tranquilidad pensando en aquello que le dijo su amigo. A la mañana siguiente se levantó temprano pero no fue para la plaza, sino que decidió visitar la carpintería de un vecino que se encontraba en la siguiente cuadra. En la tarde regresó a su casa con una sonrisa en el rostro y con una tabla pintada bajo el brazo.

- Mañana me irá mejor – expresó con entusiasmo a su esposa.

Al día siguiente vistió mejores ropas que de costumbre y emprendió el camino a la plaza. En lugar de sentarse en el mismo rincón de siempre, se ubicó en una vereda más transitada en la cual no había sombra. De inmediato se empezaron a sentir los cambios.

Una semana más tarde pasó nuevamente su amigo y lo primero que observó fue que la vieja lata estaba mucho más llena que de costumbre. Luego vio el nuevo cartel que decía “HOY ES BONITO DÍA, Y NO PUEDO VERLO". Finalmente le dijo:

- Veo que hoy te va mucho mejor, tú estás mucho mejor arreglado y tu cartel está espectacular, pero ¿porqué te pusiste aquí en el sol en lugar de colocarte bajo una buena sombra?

- Tu me lo dijiste “Si hago siempre lo mismo, obtendré siempre el mismo resultado”. Este nuevo cartel llama más la atención, es más bonito y el mensaje es más optimista. Con respecto a mantenerme aquí bajo el sol, es una forma de mostrar a las personas que pasan que estoy dispuesto a hacer un sacrificio adicional para obtener su ayuda. Cuando escucho que se me acercan los niños les narro algún cuento bonito y sus padres siempre lo agradecen con un aporte mayor. Uno de ellos me contrató para que asistiera a una reunión con la finalidad de entretener con mis historias a los hijos de los presentes. Ya voy a mandar a hacer otros carteles con las ideas que se me están ocurriendo…


Cuántas veces nosotros nos quejamos por que siempre es lo mismo, por que siempre obtenemos los mismos resultados, por que nunca nos va mejor. No culpemos a los demás por eso. Es muy posible que seamos nosotros los que tengamos que hacer pequeños cambios en nuestras rutinas, en nuestra manera de actuar y de hacer las cosas para que se produzcan importantes cambios en nuestra vida. ¿Cuántas veces nosotros no somos los ciegos?